Un clásico del cine de ciencia-ficción apocalíptico, protagonizado por Mel Gibson, hecho de la pasta de los precursores, de los que crean iconos que luego son copiados homenajeados en obras posteriores. Además, tiene el curioso mérito de ser el único caso de una trilogía donde la mejor es la segunda parte… Hum, bueno, no, está “el Imperio Contraataca”, de la saga de La Guerra de las Galaxias”, y supongo que habrá algunos casos sueltos más por esos mundos del cielo, así que tampoco es tan unívoco en sí mismo… En fin, esto no es un resumen, sino algunas reflexiones de lo que más me ha llamado la atención de las tres partes. Por supuesto, cuento spoilers y hago referencia a sus momentos más importantes, así que quien no haya visto las tres películas, que no siga leyendo:
La primera, Mad Max, es una catastrofista road movie. En un mundo no muy lejano, de violencia sin control y profunda decadencia, una banda de motoristas, amos de la carretera, asesinos y violadores, quiere vengarse del policía que mató a uno de sus hombres. Destruyen todo lo que encuentran en su camino, sabedores de que nadie puede detenerlos, hasta encontrar a Max, el interceptor. La lucha es cruel, y son asesinados la mujer y niño de Max. Así, éste busca su venganza y pasa de policía a justiciero. Cuando el sistema no puede controlar a los violentos, la Ley del Talión es la única posible. Ese es el mensaje de toda la trilogía, la venganza individual, junto al manido “el hombre es un lobo para el hombre”.
Hay un pequeño juego mental en la película. A la eterna pregunta: ¿las personas cambian, o en el fondo son siempre las mismas? Bueno, el autor dice: no, las personas siempre son fieles a sí mismas… salvo que sufran un terrible golpe, una inhumana experiencia. Entonces, es imposible predecir sus reacciones. Incluso Max, un hombre bueno, feliz padre de familia, ejemplar policía se puede convertir en un asesino despiadado ansioso de sangre y venganza, en Mad Max, el terror de la carretera. Porque nuestra vida la forman nuestro yo y nuestras circunstancias.
La segunda parte, Mad Max, the Road Warrior, para mí la mejor, como ya he dicho, presenta un paisaje mucho más apocalíptico, en realidad, post-apocalíptico, donde el sistema social ha sido destruido totalmente, pequeñas comunidades sobreviven en torno a pozos de petróleo y el individuo es el único dueño y salvador de su propia vida. Dependerá sólo de él, de su pericia, suerte e intuición, vivir o morir, matar o ser asesinado.
Hay una frase célebre en esta entrega: “¿Queréis salir de aquí? ¡Hablad conmigo!”, que resumen con precisión lo dicho anteriormente: el individuo como factor decisivo en un entorno social. La anterior sociedad de masas había diluido la responsabilidad individual social, pues todo ocurre a través de una compleja maquinaria movida por millones de personas donde una sola persona poco puede hacer por invertir el resultado global. Pero, en un mundo destrozado, donde grupos aislados luchan por su supervivencia, enfrentándose unos a otros por el bien más preciado, el petróleo, los actos de un solo hombre pueden cambiar el sentido de la historia de las personas que viven a su alrededor.
La escena más recordada es, sin duda, la de la persecución del camión cisterna. Espectacular, muy bien coreografiada, y rodada en varías días, por su complejidad, lo que hace el cielo presente un aspecto cambiante según tomas de una días u otro, claro. De hecho, tuvo tanta resonancia que fue de nuevo incluida, de manera ligeramente distinta, con persecución un tren, en la última entrega de la saga. La lucha por la supervivencia, por la supremacía en la carretera. Máquinas y hombres luchando por lo mismo, con muerte, destrucción y un solo vencedor. Todo para ganador, nada para el derrotado.
Por cierto, no lo quería decir, pero odio al niño de boomerang, como todo el mundo, imagino. Que él sea el primer narrador es, posiblemente, la tacha más grande que le podría poner a la película. En fin, ya se sabe, nada es perfecto.
La tercera parte, Mad Max, Beyond Thunderdome (más allá de la Cúpula del Trueno), es, creo, la más flojita, aunque te lo sigas pasando más o menos bien. Tiene la presencia estelar de la cantante Tina Turner, que ya por entonces tenía arrugas. Imaginad ahora como debe estar la pobre… Hum, me desvío del tema. Esta película se centra en el apocalipsis del apocalipsis. El petróleo prácticamente ha desaparecido, y hay que buscar medios energéticos alternativos para sobrevivir: el metano. Producido a través de los excrementos de cerdos, demuestra la más penosa caída de la raza humana, sobreviviendo gracias a la mierda, y donde el vigilante de la mierda es el amo que domina la ciudad a su antojo. Je, si esto no es simbolismo duro y descarnado, no sé que podría serlo…
Esta parte también tiene su frase mítica, como la anterior entrega: “¡Dos hombres entran, uno sale!”. Así es la pura lucha por la supervivencia. La salvación de uno es la muerte del otro. Es una recreación vulgar de las luchas en el foso romano entre gladiadores, donde sólo el más fuerte sobrevivía hasta el próximo combate. Es la ley del desierto, donde los puntos de supervivencia son luchados centímetro a centímetro, donde se triunfa o se muere, siempre más dura que la ley del mar, donde hay mucho espacio donde vivir, donde escapar y esconderse si es necesario.
Lejos de ellos, más allá del gulag, los niños, el futuro, viven junto al río, en un pequeño paraíso, separados del resto del mundo. Son la antítesis del oasis decadente y apestoso donde los restos humanos que algún día fueron personas honestas y decentes sobreviven en una charca de cerdos (literalmente). La simbología tan opuesta entre esas dos formas de vida es evidente, el futuro contra el pasado, y Max, lógicamente ayuda al futuro para que sobreviva y pueda crear un mundo mejor, alejado de los restos polvorientos que no llevan en su interior más que la semilla de su propia destrucción. Muy profundo, la verdad, el mensaje.
Y final. Hay una cuarta entrega en el viento. Qué Dios nos pille confesados, por eso…